El crujido de las hojas. Los arboles desnudos, ambiente frío y las capas que nos cubren. Es el ambiente perfecto para tomarse un café caliente, en el sofá, con una mantita, viendo la tele y deleitándote con el calor, que si hay suerte, te proporciona, ese peludito amoroso que tenemos en casa, si no hay suerte ponemos una manta más y calor humano.
La tristeza de esta historia es la mía. Siete de la mañana, martes, nos encontramos con una sensación de frío de menos diez grados, los pies más helados y se desintegran. El pijama de felpa no ha echo su efecto. Los mocos empiezan a surgir. Las mantas esta noche han decidido que están en huelga. Se han tirado como protesta en el suelo, la ventana llena de bao me sorprende con un negro amanecer.
Suprimo el zumo de naranja esta madrugada, ya que seria medio granizado, dado que las naranjas están más que frías. Leche, taza, al microondas. Encendemos la cafetera. Ducha, con el agua más caliente que pueda, no importa que esté hirviendo, soy insensible en estos momentos. Salgo del baño con cuatro capas de ropa; calcetines, los mas gorditos, pantalones vaqueros negros, camiseta interior, camiseta , jersey, bufanda, chaqueta de lana y a por ese café que me espera.
Alarma, 8:00 A.M. salir de casa, que desesperación. Todo mi ser me impide salir, un décima parte de mi quiere salir. Ya que pasaste lo peor, adelante. Sal de tu zona de confort. Coche, calefacción a tope.
A las 11;40 recreo, en ese momento el sol se dispone a tocarme las narices. Sale y como no, me sobran la mitad de las capas, la otra mitad queda en la clase, dado que es un sol traicionero, se deja ver pero no calienta nada. La brisa helada que nos rebasa, nos provoca escalofríos.
Así pues, llegan las tres de tarde y en estos momentos me sobra todo, entre el calor en clase, las ganas de salir y las impacientes ganas por llegar a casa. Relajarse comer tranquila. Entro en el coche, zapateo todo para el lado del copiloto. Llego a casa, sin darme cuenta ya es hora de ir a trabajar, me despido de mi papi, mi Coco. Me pongo la misma cantidad de ropa que lleve en el primer trayecto de la mañana. Si, soy como un armario andante, pero es lo que tiene este tiempo, está loco.